¿Te atreves a probarlos?
Haz clic en la imagen para ampliarla – ilustracion de Kitzia Sámano
Un documento gráfico que también puede tomarse como un reto al paladar, una suerte de coleccionismo a emprender por los muchos sabores que pueden tener cabida en una tortilla enrollada.
El taco es, posiblemente, la comida más distintiva de México, la expresión gastronómica que recorre el territorio nacional. Del tacto de langosta al taco de cochinita, del de machaca al de carnitas, del de camarón al de suadero, el de pastor o el de guisado, el taco es no solo síntesis de las posibilidades alimenticias de México (de los animales que se pueden criar o las plantas que se pueden crecer), sino también de la cultura que de algún modo identifica el país, esa practicidad que a veces se ha calificado de ingeniosa y que en ciertas situaciones permite salir al paso y, por ejemplo, saciar el hambre teniendo a la mano nada más que unas cuantas tortillas y alguna vianda para colocar en su interior.
En este sentido, mucho se alaba la versatilidad del tacto, que algo tiene de infinita. En efecto: a la posibilidad de sofisticación se empareja la de la austeridad, al exotismo lo habitual y a la complejidad la simpleza. Al taco de mole —probablemente el alimento más barroco de la dieta nacional— se puede oponer (en un sentido amistoso) el taco de sal, tan común en la vida diaria; al de barbacoa uno de, digamos, habas; al de gusanos de maguey o escamoles, otro de más que un pedazo de queso. Y así, en medio de este cruce de contrarios, ocurre la sacrosanta institución de las tres comidas diarias.
El infográfico intenta dar cuenta de todas las variedades de tacos que pueden encontrarse en México, una pretensión verdaderamente ambiciosa y que, con todo, parece cumplirse satisfactoriamente.